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- La deserción escolar en el período de 2021 a 2022, la deserción escolar alcanzó cifras preocupantes. Aproximadamente 1.7 millones de alumnos que terminaron sexto primaria no se inscribieron en primero básico, y 360 mil estudiantes que finalizaron tercero básico no continuaron con el nivel diversificado.
Y no se puede justificar el silencio… cuando el costo lo paga un niño. Ser maestro debería ser un acto de dignidad, pero desde hace más de dos décadas, muchos han confundido obediencia con lealtad y le han entregado su voz, su conciencia y su aula… a un solo hombre.
Una vez más, el sindicato que ha utilizado al sistema en lugar de servirlo, anuncia un paro indefinido. Una vez más, chantajean al Estado para firmar un pacto colectivo en lo oscuro, como se ha hecho durante 25 años. Y otra vez, hay miles de maestros que marchan sin leer, repiten sin entender y obedecen sin cuestionar.
!Maestro que no trabaja, no debe seguir cobrando!.
No se puede financiar con dinero público la deserción pactada. Desde el Ejecutivo, el presidente y la ministra tienen la responsabilidad —legal, política y ética— de frenar este abuso.
Esa es su prueba de fuego. Porque gobernar no es solo declarar buenas intenciones, es proteger lo que importa, aunque eso moleste a quienes llevan años destruyéndolo.
Durante más de dos décadas, un solo hombre —Joviel Acevedo— ha secuestrado la educación pública sin rendir cuentas.
¿Maestros quieren respeto? Empiecen por respetar a la niñez.
Porque quien abandona el aula para defender privilegios sindicales, no está educando. Está participando de una traición colectiva, pero ya basta de tratar al magisterio como víctima perpetua.
Cuando un profesional con título y formación decide servir a una cúpula corrupta en vez de a sus alumnos, no es víctima. Es cómplice. Este sistema no está secuestrado por la inteligencia de un operador sindical.
Está secuestrado por la pasividad de miles que lo permiten. Sí, hay docentes amenazados, presionados, silenciados pero también hay demasiados que, por miedo o conveniencia, han dejado de pensar por sí mismos.
Y cuando un gremio entero se moviliza por bonos, pero guarda silencio ante la ruina de las escuelas públicas, queda claro cuál es su verdadera causa. El gobierno de Bernardo Arévalo no creó este conflicto.
Pero si no actúa, se convertirá en su cómplice. Ministra Anabella Giracca, ¿hasta cuándo va a seguir creyendo que con voluntad alcanza? Este sistema necesita más que gestos. Necesita conducción, coherencia y carácter.
Porque remozar escuelas no sirve si adentro no hay clases. Y no basta con pintar pupitres si se entregan a quienes responden a un caudillo. La educación no se defiende con discursos bonitos, se defiende con decisiones valientes.
Y Guatemala lleva 25 años esperando que alguien ponga fin al secuestro institucional más largo de su democracia. Hoy no se necesitan más diagnósticos, se necesita liderazgo.
Y ese liderazgo empieza cuando alguien se atreve a decir lo obvio:
El aula no pertenece al sindicato. La educación no es negociable, y los niños no pueden esperar más.
El Estado debe actuar. El gremio, despertar, ya no basta con indignarse. Es hora de actuar.
Si el presidente Arévalo y la ministra Giracca realmente quieren que la educación sea prioridad, deben ir más allá de comunicados tibios y frases diplomáticas.
La coyuntura exige decisión. El país exige conducción.
Estas son tres decisiones que deben tomarse de inmediato:
1. Aplicar la ley: No pago por días no laborados.
Ningún maestro que participe en un paro injustificado debe cobrar por esos días. Existen herramientas legales y administrativas. Que se usen.
2. Iniciar la depuración gremial.
Exigir al Ministerio de Trabajo una auditoría urgente del sindicato, revisar los pactos colectivos ocultos, identificar beneficios ilegítimos e inhabilitar a su dirigencia si se comprueban irregularidades. La ley existe. Que se cumpla.
3. Convocar a una mesa nacional por la transformación educativa.
No con los operadores de siempre. Con padres de familia, verdaderos maestros, directores, estudiantes, municipios, organizaciones sociales y expertos.
La educación debe regresar a manos del pueblo, no seguir controlada por una élite gremial.
Hoy el Estado tiene una decisión que tomar:
¿Va a seguir administrando una educación sometida?
¿O va a comenzar a construir una educación soberana?
Y si no lo hace, alguien más lo hará.
Porque Guatemala no puede seguir viviendo con aulas vacías…
…mientras otros se llenan los bolsillos.
Sergio Vega
Púchica Muchá

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