Los diseños, formas, ilustraciones y colores de los barriletes varían cada año, por lo que se convierten en un atractivo que el turismo local y extranjero espera con entusiasmo.
Los barriletes para exhibición tienen tamaños de veinte a veintidós metros y los que se vuelan, de uno a siete metros. Estos son elaborados en aproximadamente seis meses. Desde junio los grupos participantes se reúnen para presentar y decidir los diseños que usarán. Posteriormente, los realizan en escala real. Al finalizar se coloca un forro de lazo o pita que se enlaza a la estructura de bambú para darle soporte.
En el festival se lleva a cabo una ceremonia espiritual que evoca la sabiduría ancestral para fortalecer la conexión de los barriletes con el cosmos.
Origen de la tradición
Para algunas culturas, los barriletes o papalotes sirven como guías para que las ánimas desciendan del cielo a la tierra.
También se cree que los barriletes son mensajeros del viento, permiten la comunicación entre los vivos y muertos, por lo que muchas personas acostumbran a incluirles papeles con algunas palabras dedicadas a sus seres queridos.
En Sumpango, según una leyenda popular, el 1 de noviembre, los espíritus malignos molestaban a las almas buenas que descansaban en el cementerio, por lo que estas salían a las calles y casas de Sumpango.
Al consultar a los sabios ancianos, estos aconsejaron ahuyentar a los espíritus malignos con papeles en el viento. Es por ello que esta tradición centenaria se lleva a cabo en el Cementerio General de la localidad.
La tradición fue reconocida como Patrimonio Cultural de Guatemala por el Ministerio de Cultura y Deportes el 30 de octubre de 1998. Además, el 17 de febrero del 2022, fue declarado como Patrimonio Cultural Intangible de la Nación.
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