Como cada madrugada, Don Juan tomaba un café y salía con su taxi a buscar pasajeros en un punto habitual.
Sin embargo, la rutina cambió drásticamente cuando pandilleros tomaron control de su lugar de trabajo y le exigieron pagos exorbitantes para seguir operando.
Con más de 15 años como taxista, Don Juan nunca había enfrentado algo así. Durante la pandemia, debido a la escasez de transporte público, los taxis se convirtieron en una alternativa asequible para muchos. Sin embargo, esto también atrajo el interés de las pandillas, que ahora cobran a los taxistas para cargar pasajeros en puntos clave.
Una nueva modalidad de extorsión
Don Juan y sus compañeros ofrecían transporte colectivo, cobrando Q5 por pasajero. Pero ese día, un grupo de pandilleros lo interceptó y le informó que ahora debía pagar Q2,000 de entrada y Q200 semanales para seguir trabajando allí.
El control de los pandilleros
Las asociaciones de taxistas han expresado su preocupación. Estiman que muchos puntos de carga en la ciudad están controlados por pandillas, quienes comenzaron a apropiarse de estos espacios debido a la falta de transporte público y los complejos requisitos de las municipalidades para autorizar taxis.
Impacto de la pandemia
Durante la pandemia, la cantidad de taxis no autorizados ("piratas") aumentó considerablemente. Se calcula que un 25% de estos vehículos están en manos de pandilleros, quienes usan estos medios para expandir su red de extorsión.
Operación pandillera
Los pandilleros compraron vehículos y los asignaron a miembros de la mara o los alquilan a terceros. Aunque no todos los taxistas están relacionados con las pandillas, la mayoría de los taxis pirata evita los controles y requisitos legales, facilitando la operación de extorsión.
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